Nos dejó en este domingo, 7 de abril, a los 83 años de edad, para ser recibido a la Casa del Padre, nuestro querido Sacerdote Canónigo Emérito, Rubén Ávila Enríquez. El sacerdote brindó más de 56 años de Ministerio Sacerdotal, siendo su última entrega generosa a nuestra iglesia, la Parroquia Señor del Buen Despacho, V Zona Pastoral, II Decanato.

En la Parroquia del Buen Despacho, el padre Rubén Ávila era el celebrante de la misa de las 14h, a los domingos y de las 12h en el martes, jueves y viernes en los últimos 6 años. El sacerdote, que también confesaba a los domingos en la misa de las 13h y también en otros horarios durante la semana, siempre fue reconocido por sus palabras de amor, fe y esperanza. Uno de los momentos más apreciados eran las oraciones que siempre dedicaba a la Virgen de Guadalupe.

Alfonso Bello, uno de los feligreses de la Parroquia del Buen Despacho, recuerda con mucha emoción un momento reciente que compartió con el Padre Rubén. “En una ocasión le comenté que en su estado no debía hacer hincapié en la elevación en la Santa misa, y nunca olvidaré su respuesta: Mientras el Señor me lo permita, lo haré hasta el día en que no pueda despegar mi rodilla del piso, así podré seguir adorándola más tiempo“, afirmó.

Para Lucila Martínez Corona de Triana, que también recibió mucho apoyo del Padre Rubén en la Parroquia del Buen Despacho, el sacerdote demostró una gran entrega en su vocación Sacerdotal. “Su alma era bella y sencilla. Dios ya lo recibió en Su Santísima Gloria. Lo vamos a extrañar porque era una persona de una gran calidad humana”, testimonió.

Toda esta dedicación también ha generado fruto no apenas en los feligreses, sino que también en los propios párrocos del Señor buen Despacho que también recuerdan al Padre Rubén con bastante aprecio. Nuestro padre y vicario, Alberto Orozco del Pino, habla con mucha emoción y cariño de la relación que tenía con el sacerdote y de la importancia del mismo en diversos momentos de su vida.

“Para mí, el Padre Rubén fue un gran maestro y un guía. Cuando recién llegué a la Parroquia, platicaba mucho con Él. Siempre cuando terminaba la misa, él pasaba a la Casa Parroquial y sentaba a tomar su café y ver el parque. En algunos momentos de tribulación o decisiones difíciles, él me consoló y me dio mucha paz. Él siempre me orientó mucho. Yo lo quiero mucho porque desde que yo era diácono, en Iztacalco, él estaba en la misma zona que yo y siempre me gustó mucho. Él siempre me decía: ¿Qué pasó Viejo? Con mucho cariño lo recordamos en su testimonio y en su experiencia. En como platicaba, con mucha fe, su tiempo en el Seminario. Una de mis historias favoritas del Padre Rubén fue cuando fue estudiar a Roma, al colegio Pio Latino, justo cuando fue el concilio Vaticano II. Para ellos fue como regresar a una Iglesia nueva, con un mensaje totalmente nuevo. La Teología de la Liberación estaba muy de moda y todos estos cambios de época, que nosotros hablamos tanto, el Padre Rubén vivió de primera mano y siempre nos hablaba con mucha naturalidad y con mucha seriedad. Era muy divertido escucharle”, explica el Padre Alberto.

No por acaso, el Padre Rubén falleció en el Día de la Misericordia, data que marca el amor incondicional de Dios a la humanidad y a todos que deciden dedicar su vida a Él. Este sentimiento y gratitud es compartido también por nuestro párroco Álvaro Lozano, que destaca la convivencia, atención y trabajo presentado por nuestro querido sacerdote. Además de recordar, principalmente, la experiencia del amor al servicio y de las bellas historias compartidas por Él.

“El Padre Rubén fue un gran sacerdote que pudo, desde el tiempo del Padre Luís, su sobrino, acompañarnos en la comunidad. Él nos transmitía, siempre con su amor a la eucaristía, un testimonio hermoso de vida sacerdotal y de amor a las confesiones a las que dedicaba largas horas. Era muy emblemático verlo los domingos venir a confesar y, después de la confesión, celebrar la eucarística y, al concluir, exponer el Santísimo y quedarse ahí media hora adorándolo y dándole a muchos fieles este testimonio del amor de Jesús. Al mismo, tiempo era un sacerdote con mucha experiencia y con una vida muy grata. Aquí en la comunidad se le quería muchísimo por sus misas llenas de cariño. Lo recordaremos siempre con muchísimo aprecio y le pedimos a Dios que le conceda el eterno descanso y que, desde el cielo, Él también interceda por esta Parroquia del Buen Despacho”, recuerda el Padre Álvaro.

Como forma de despedirnos con el cariño que se merece, hoy, a las 17h, se celebrará una misa de funeral presidida por el Monseñor Hector Pérez Villareal. Que en paz descanse Querido Padre Rubén, ¡lo extrañaremos muchísimo!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *